A modo de editorial: una pequeña reflexión sobre la educación del siglo XXI 

 

 

 

Susana Graciela Pérez Barrera[1]

 

Hace unos meses, Felipe Espinosa Wang (2021) escribía un artículo en la sección de Cultura del website de la DW Akademie, centro vinculado al desarrollo de medios de comunicación y formación periodística de la Deutsche Welle. En él, el periodista presentaba diversas ilustraciones de una serie llamada En l'An 2000 (En el año 2000), en la que Jean-Marc Côté y otros artistas de final del siglo XIX e inicio del XX imaginaban como sería la vida en ese año para exhibir en la famosa Exposición de París, de 1900.

Una de ellas (Figura 1), que particularmente despertó mi curiosidad, muestra un salón de clase con los estudiantes sentados – uno atrás del otro – en bancos acoplados a mesas, con cascos que tienen auriculares conectados por cables a unas estructuras sujetas al techo que llegan hasta un maestro en un pedestal. Ese maestro, calvo, ya bastante mayor, vestido con un traje negro, camisa blanca y pajarita, alimenta una tolva con libros cuya manivela uno de los estudiantes gira para que “el conocimiento” llegue a sus compañeros.

 

Figura 1

La radio à l’école (La radio en la escuela)

 

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/4/4f/Fran%C3%A7oise_Foliot_-_La_radio_%C3%A0_l%27%C3%A9cole.jpg/4096px-Fran%C3%A7oise_Foliot_-_La_radio_%C3%A0_l%27%C3%A9cole.jpg

Fuente: Jean-Marc Côté (1900). https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Fran%C3%A7oise_ Foliot_-_La_radio_%C3%A0_l%27% C3% A9cole.jpg#filehistory

Lamentablemente, más de 100 años después, nada ha cambiado mucho en las instituciones escolares, tanto primarias, como secundarias y universitarias. Los auriculares hoy son inalámbricos y por fuerza de la pandemia de COVID 19, aprendimos a utilizar plataformas de videoconferencia (e inclusive excedernos en el uso), pero nuestros estudiantes siguen mirando la nuca de sus compañeros y muchos docentes, aunque se sienten a la misma altura que los estudiantes, todavía los siguen considerando “alumnos”, que necesitan ser iluminados con los conocimientos que ellos les pueden proporcionar.

El sistema educativo continúa siendo una fábrica de seres humanos ejemplares y seriados que tira a la basura los que salen del padrón y no encajan en la norma, como Tonucci la dibujaba en la década del 70, bajo el apodo de “Frato”.

La creatividad y el pensamiento crítico todavía no tienen espacio en los asientos escolares y utilizar la tecnología de forma mecánica, apenas para colgar algún material en una plataforma parece no resolver los problemas endémicos que aquejan a la educación, que todavía se considera un “gasto” y no una inversión.

Escribir la educación, por lo tanto, requiere cambios importantes que todavía llevarán mucho tiempo para realmente transformar esas instituciones que nos abrigan.

En esta edición de nuestra revista Avances de Investigación, los estudiantes reflexionan sobre esos temas.

Alexander Haro y Camilo Vanegas, en el artículo que lleva como título “Evaluación de las capacidades de innovación: un estudio de caso en una universidad colombiana” investigan los elementos que generan asociatividad intrínseca en pro de la innovación en los cargos directivos de una institución de enseñanza superior.

Junior Aparecido Cardoso Peres, tiene el objetivo de analizar la tecnología como medio presente en la vida del ser humano y particularmente en la institución educativa en su artículo “Democracia, Educação e Tecnologia”.

Leandro Marques Yoshizumi verifica las percepciones de los docentes en relación con los procesos evaluativos y sus contribuciones para la formación profesional del estudiante universitario en sus “Considerações sobre os problemas do ensino superior: avaliação da aprendizagem e formação de professores”.

A motivação da criatividade nos universitários de Pedagogia” es el título del artículo de Tiago Augusto de Figueiredo que presenta una propuesta para verificar si la creatividad, una de las exigencias del mercado laboral, está siendo motivada por los docentes de la carrera de Pedagogía en los estudiantes universitarios.

            Finalmente, María del Carmen Sforza Gil pregunta si el exacerbado énfasis en las calificaciones y en los exámenes no estimulan a los estudiantes a complacer a los docentes y al sistema en su artículo Saber la respuesta correcta ¿es suficiente?, que nos acerca reflexiones sobre la “cultura maker”.

            Esperamos que este número sea un espacio de discusión y aprendizaje en eso que llamamos investigación y que debe ser la piedra angular de cualquier universidad que busque contribuir para mejorar la sociedad.

 



[1] Doctora en Educación (Pontifícia Universidade Católica do Rio Grande do Sul), Responsable por la Unidad de Investigación, Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad de la Empresa, Montevideo, Uruguay. sperezbarera@ude.edu.uy, ORCID 0000-0003-1449-469X.